La optometría y la oftalmología son disciplinas complementarias que trabajan en conjunto para garantizar una atención visual integral, desde la prevención hasta el tratamiento de enfermedades oculares. Aunque tienen roles distintos, su colaboración es clave para optimizar la salud ocular de los pacientes.
Optometrista: Realiza exámenes de rutina y deriva al oftalmólogo si detecta:
Glaucoma (presión intraocular elevada).
Retinopatía diabética.
Cataratas incipientes.
Oftalmólogo: Confirma el diagnóstico e inicia tratamiento.
Optometrista: Adapta lentes especiales (RGP, esclerales) y monitorea progresión.
Oftalmólogo: Realiza crosslinking (CXL) o trasplante de córnea si es necesario.
Optometrista: Selecciona candidatos para LASIK/PRK y realiza controles postoperatorios.
Oftalmólogo: Ejecuta la cirugía y maneja complicaciones.
Optometrista: Terapia visual para ambliopía ("ojo vago") o estrabismo.
Oftalmólogo: Cirugía de músculos extraoculares si se requiere.
Marco legal: Los optometristas pueden ejercer de forma independiente, pero no recetan fármacos ni operan (Norma Oficial Mexicana NOM-013-SSA3-2015).
En clínicas privadas, oftalmólogos y optometristas suelen colaborar.
En el sector público (IMSS, ISSSTE), la derivación es obligatoria para tratamientos médicos.
✔ Diagnósticos más precisos y oportunos.
✔ Atención escalonada: El optometrista filtra casos leves, liberando carga en consultas oftalmológicas.
✔ Mayor acceso a salud visual (especialmente en zonas rurales).
✔ Seguimiento continuo (ej: pacientes con diabetes o glaucoma).
Pérdida súbita de visión.
Dolor ocular intenso (posible glaucoma agudo).
Traumatismos oculares
Signos de infección (ojo rojo + secreción purulenta).
El 80% de los casos de ceguera son prevenibles con detección temprana (OMS).
Solo el 30% de los mexicanos con problemas visuales acude a revisiones anuales (ENADID).
El 50% de las derivaciones de optometristas a oftalmólogos son por catarata y glaucoma (AMO).