Los lentes de contacto corneales rígidos gas permeables (RGP) son una excelente opción para mejorar la calidad visual en pacientes con astigmatismo elevado, queratocono, irregularidades corneales y otras condiciones que requieren mayor precisión óptica. Su diseño permite una mejor oxigenación que los lentes esclerales, gracias a un menor tamaño y a un intercambio de lágrima más eficiente.
Sin embargo, a pesar de esa buena oxigenación, los lentes RGP suelen ser más incómodos que los esclerales, especialmente durante la etapa inicial de adaptación. Además, su uso inadecuado o prolongado sin descansos adecuados puede generar complicaciones similares a las observadas con los lentes esclerales, especialmente cuando existe sobreuso.
Aunque ofrecen mayor oxigenación, un mal uso puede favorecer:
Disminución del aporte de oxígeno que puede producir edema epitelial o estromal.
Por un porte prolongado sin lubricación adecuada o sin pausas suficientes.
Como queratitis por uso extendido o respuesta inflamatoria estéril.
Reforzada por el hecho de que son más incómodos que los esclerales, por lo que el uso excesivo incrementa la posibilidad de molestias.
Siempre que sea posible, se recomienda permitir a la córnea periodos de descanso sin lente, o “descanso aéreo”, para recuperar su metabolismo natural. Esto es especialmente importante en:
Pacientes con uso diario prolongado
Usuarios con enfermedades corneales preexistentes
Personas con historia de ojo seco o mala calidad lagrimal
Quienes combinan RGP con otras modalidades de lente
Incluso con lentes bien adaptados, la córnea necesita momentos de recuperación fisiológica, disminuyendo la incidencia de complicaciones.
Evitar el uso continuo por más de 8–10 horas, dependiendo de la tolerancia individual.
No dormir con RGP, salvo indicación estricta en orto-k.
Lubricación frecuente con lágrimas sin conservadores.
No usar en ambientes con humo, polvo o viento prolongado sin protección adicional.
Acudir a revisiones periódicas para evaluar adaptación, estabilidad corneal y calidad lagrimal.
Aunque los lentes corneales y esclerales son excelentes opciones, es muy importante recordar que no son dispositivos de larga duración:
La vida útil normal es de 1 a 2 años, dependiendo del material y del cuidado.
Con un mantenimiento excelente pueden llegar a los 2 años, pero no más de eso.
Es fundamental realizar una revisión anual, y otra alrededor del año y medio, para comprobar que el lente sigue en buen estado y que la córnea no presenta cambios negativos.
Recomendamos de manera enfática NO utilizar los lentes durante más de 2 años, ya que esto se vuelve altamente contraproducente: los materiales envejecen, la permeabilidad al oxígeno disminuye, aumentan los depósitos y sube el riesgo de inflamación e infección.
Si presentas alguno de los siguientes síntomas, suspende el uso y acude a tu oftalmólogo:
Dolor o molestia persistente
Visión borrosa súbita
Ojo rojo que no mejora
Lagrimeo excesivo o sensibilidad a la luz
Sensación de cuerpo extraño que no desaparece al retirar el lente